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Don Alonso Rodríguez Benítez

Málaga, 5 de mayo de 2022


NECROLÓGICA


Don Alonso Rodríguez Benítez


Y de pronto el cielo ennegreció su dulzura primaveral y enlutó los campos de amapolas en este mayo lluvioso. Un manto de nubes cubrió toda la Serranía de Ronda para esparcir una sinfonía de infinita tristeza que derramaron gotas de lluvia en forma de notas musicales para despedir a don Alonso Rodríguez Benítez -don Alonso, como lo conocía todo el mundo-. Y es que son pocos los que alcanzan tal distinción, sobre todo si la misma se adquiere por el agradecimiento de la gente. Estos días, Cortes de la Frontera, Benaoján, Jimera de Líbar y Montejaque llenan de silencio su existencia porque el clarinete de pronto dejó de sonar. Sobre el ataúd de don Alonso reposaban el banderín de la Asociación Cultural Musical Santa Cecilia, que clamaba por esos maravillosos días en los que cientos de niños cogieron por primera vez un instrumento y alimentaron su espíritu cultural, y una partitura, 'Jesús en su pasión', una pequeña muestra que revelaba su ingente legado.

Don Alonso era autodidacta, pero igual que la música expresa belleza, su sapiencia era ilimitada y no podía esconderse en esa mente privilegiada, por lo que empezó a aprender solfeo para luego componer auténticas bandas sonoras que cautivaron a todos los pueblos de alrededor. Así era don Alonso de desprendido -su generosidad era infinita- y no podía permitir que su talento no brotara en esos menores que esperaban ansiosos que llegara su maestro cada martes y jueves o cada viernes o miércoles, según la localidad a la que se desplazaba venteara, nevara o hiciera el sol chiribitas. Funcionario de profesión en el Ayuntamiento de Cortes, don Alonso deja un reguero de recuerdos en la memoria colectiva, de ahí que su adiós sea tan sentido y su obra, que un día fue una composición celestial, esta vez tornara en marcha fúnebre.

Para el final dejó la partitura de amor más bonita jamás compuesta. Sabiendo que el cielo le esperaba quiso rendir el último homenaje a la musa que inspiró toda su vida, su esposa, Mariana, envuelta en las sombras del olvido en la residencia donde mora. Allí quiso don Alonso entonar en voz baja el estribillo de sus últimas 72 horas, con su pareja, cogidos de la mano en sus paseos matutinos, abrazados al caer la tarde y soñando ese momento en el que en otro mundo puedan recuperar de nuevo la biografía con la que construyó su familia. El epílogo, tras la expiración, llegó en el duelo, cuando todos los vecinos quisieron despedir a un maestro que, como pronunció Manuel Orellana al darle el pésame a su hijo Diego, «ese es tu padre, pero es patrimonio de todos».