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Viernes, 04 de Julio 2025, 13:15h
Tiempo de lectura: 4 min
Son un modelo para millones de niñas. Las hijas de Beyoncé y Kim Kardashian —Blue Ivy, 13 años, y North West, 12—, son ya una marca en sí mismas. Sus apariciones, su ropa, sus uñas o su maquillaje alimentan un modelo de negocio que, al servicio de marcas de moda, cosmética y redes sociales, imitan miles de padres con sus hijas.
Impulsadas y viralizadas por los algoritmos, esas apariciones normalizan así el trabajo de menores bajo presión pública. «Desde cada vez más pequeñas, las niñas creen que lo más importante es su apariencia y que su valor depende de ellas —denuncia Jean Kilbourne, investigadora de la imagen femenina en la publicidad—. Los anuncios no solo venden productos; venden normalidad». Y la sexualización infantil va camino de serlo.
Una investigación de The New York Times (Un mercado de niñas influencers gestionadas por madres y acosadas por hombres) destapa una actividad —la cosmética infantil factura 1,7 millones de dólares y crece al 5,2 por ciento, según Verified Market Research— que no crecería así sin padres que saben que «cuanto más sexy se ven sus hijas, más visitas atraen».
La hipersexualización de las niñas mueve un negocio millonario, el de la cosmética. Ya existe un término para definir el fenómeno de las niñas menores de 15 años que viven obsesionados con comprar productos de belleza: Sephorakids, en referencia a la tienda donde más adquieren estos productos. Pero no es la única vía de acceso. «las preadolescentes no sólo inundan las tiendas Sephora, sino que también compran muchos de estos productos por Internet», dice Denish Shah, profesora de marketing en la Universidad Estatal de Georgia. «Este segmento está experimentando un enorme aumento de ventas».
Una de las marcas que mejor se ha posicionado entre las preadolescentes es la californiana Elf, que en el último año creció un 200 por ciento, gracias a sus campañas virales en TikTok. Se presentan como productos de 'belleza limpia', con menos químicos, pero lo cierto es que funcionan como cualquier cosmético de adultos. Su éxito se basa más bien en que se trata de productos accesibles, más baratos que los que usan sus madres, pero posiblemente también de peor calidad.
Y, sin embargo, eso no impide que el mercado crezca a un ritmo que parece imparable. Y es que cada vez hay más preadolescentes que triunfan en redes sociales mostrando a sus seguidores cómo usar cremas de belleza; los llaman skinfluencers.
Y si quienes lanzan los mensajes en redes son hijas de famosas, mucho mejor negocio. Es el caso, por ejemplo, de la hija de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni, Giulia. Con 13 años, ya muestra desde haca un par sus 'rituales de belleza' en redes sociales: sus tintes para el pelo, uñas larguísimas, pestañas postizas... Todo ello, jaleado por su madre, modelo y cantante, que, al parecer, encuentra que compartir cosmética y ropa con su hija a esa edad es una estupenda idea que tan solo muestra el talento innato de su hija para la moda.
La hipersexualización de niñas y adolescentes no es nueva, pero ha aumentado drásticamente con Internet y las redes sociales. Las consecuencias para los más jóvenes van desde la baja autoestima a severos problemas de salud mental. No es solo la 'cosmetorexia', la obsesión por los cosméticos, alertan los expertos, sino la necesidad impuesta de mostrarse sexualmente atractivas cuando son niñas, con todo lo que ello implica.
Que el fenómeno afecte neurológicamente sobre todo a los más pequeños se explica porque, entre los 10 y 12 años, el cerebro humano es más sensible a los 'chutes' de oxitocina y dopamina, receptores de las hormonas de la felicidad, que se producen cuando reciben 'recompensas', likes, en redes sociales.
Pero los psicólogos alertan de que ese proceso de sexualización a través de la moda y la cosmética es inevitablemente frustrante, hasta el punto de que las niñas que usan cosmética pasan a la adolescencia queriendo operarse estéticamente todo el cuerpo y no son capaces de enfrentarse a un espejo sin los filtros de Instagram. Una esclavización que muchas madres famosas, algunas incluso presentándose como adalides del empoderamiento de la mujer, promueven desde los escenarios y las plataformas.