A la muerte de mi padre
Málaga, 25 de agosto de 2016
NECROLÓGICA
A la muerte de mi padre
Posiblemente se encuentre ahora en la Batalla de las Termópilas. O quizá en el Desembarco de Normandía. O tal vez esté junto al esclavo que susurraba al César por la Via Apia «SIC TRANSIT GLORIA MUNDI». Y es que no dejaba de repetir que, en cuanto fuera cuerpo glorioso, lo primero que haría sería pasar por sus hechos históricos preferidos.
Joaquín. El esposo, el padre, el abuelo. Y miren que le costó hacerse a la palabra abuelo: «Yo seré el padre de la madre, como decían en el Antiguo Testamento». Y sólo hizo falta cruzar un par de sonrisas con sus nietos para que cayera rendido ante ellos. Un hombre familiar y preocupado en inculcar a los suyos una serie de valores que hemos ido aprendiendo, grabando a fuego, como si del respirar se tratase. Una vida ejemplar en la que la honradez, la lealtad, la responsabilidad, el compromiso, el honor y el amor por España fueron siempre sus bases.
Cristiano. Con una peculiar revisión de los textos, aplicándolo siempre a situaciones reales y actuales. Viendo y transmitiendo siempre que la verdad está en el Evangelio y enseñándolo así a sus hijos. Esas cinco rosas que se sostienen ahora por el haz de su esposa. ¡Qué bien supo elegir! Y acertó de pleno. Porque con Trini fundó la que es, sin duda, la mejor familia que pudo haber tenido nunca. No sé si habrá en el mundo unos hijos que admiren tanto a su padre.
Porque él nos lo enseñó. La muerte no es el final del camino. Es el inicio de una vida nueva. Una vida que ya ha comenzado. Me puedo imaginar la conversación con el viejo Caronte antes de cruzar la laguna Estigia, seguro que cayó algún discurso y la conversación acabó con un: «Muchas gracias, muy amable, quédese con el cambio».
Al llegar al cielo habrá buscado a sus amigos y habrán montado un desfile de los que hacen historia. Y mientras tanto, aquí en la tierra. hasta sus soldaditos lloran su ausencia. Allá en las alturas ya habrá organizado -jerárquicamente- a los ángeles de los Ejércitos Celestiales, les habrá dado alguna lección táctica de combate y les habrás asesorado sobre nuevos uniformes con sus correspondientes cubrecabezas.
No nos cabe la menor duda de que la calle Larios del Cielo tiene un nuevo inquilino. Porque nada le gustaba más que salir a pasear por la decimonónica vía.
Gran amante de la Historia, de la Cultura. Buscador incansable de la verdad, inasequible al desaliento, y dejando claro siempre, con razón o sin ella, que sólo vale el que sirve.
No nos cabe la menor duda de que la muerte no es el final del camino. No nos cabe la menor duda de que estás en el cielo velando por tu mujer, tus hijos y tus nietos. No nos cabe la menor duda de que ya has llegado al rango de General de la Legión Celestial. No nos cabe la menor duda, porque tú nos lo enseñaste. Tú nos transmitiste esta Fe, que era la tuya, y que ahora es la nuestra. Porque sabemos que el Padre Bueno te ha acogido con los brazos abiertos y que disfrutas de todo lo que siempre quisiste. Y que María, -Gracia, Estrella o Victoria-, te ayudó a entrar allí, porque como tú nos enseñaste, «hay que rezar tres avemarías por la noche para que la Virgen te ayude a entrar en el Cielo».
Porque tu vida fue ejemplo para todos y todos lloramos tu ausencia. Aunque te amamos tanto, Papá que parafraseando a san Agustín intentamos tragarnos las amargas lágrimas para hacer realidad aquello de: «No llores si me amas».