Disfrutando la vida (a Ignacio Mena Molina, diputado provincial)
Málaga, 10 de agosto de 2014
NECROLÓGICA
Disfrutando la vida
(a Ignacio Mena Molina, diputado provincial)
La vida se oscurece de golpe. Es imposible imaginar una reunión de diputados de la provincia, de compañeros de partido, de amigos de corazón con la ausencia de Ignacio, de su sonrisa permanente, de su entusiasmo vital, de su inteligencia para afrontar retos, de su generosidad en el esfuerzo, de su capacidad para unir equipos.
Su pérdida la lloramos muchas veces, como si fueran muchas en sólo una. Y es que con Ignacio se nos van de golpe muchas personas de nuestras vidas. Se va el hombre sencillo y alegre, el muy querido padre de familia y esposo, el amigo de toda la vida que todos queremos tener, el compañero difícil de encontrar, el jefe comprensivo y motivador.
Su pérdida la lloramos en muchos sitios, y ese dolor y tristeza nos unen a todos como provincia. Se va un político querido en cada pueblo de su Málaga, en cada barrio de su Estepona, en cada institución con la que trabajaba, en cada corazón de los que hemos compartido su ánimo e impulso.
En su adiós, la provincia se ha sentido unida en una dura pérdida: alcaldes de toda la geografía, representantes de todas las instituciones y partidos políticos, ciudadanos a los que había atendido en sus problemas, trabajadores con los que impulsaba nuevos proyectos.
Muchas veces se habla del legado de los grandes estadistas, monarcas y presidentes, como si exclusivamente en ellos residieran las virtudes que hacen grande la política; sin embargo, si hay un modelo de compromiso con lo público que merece un lugar de privilegio en el bagaje de un político creo que es el de Ignacio.
Estoy convencido de que su entusiasmo, y querer disfrutar cada día ayudando a mejorar la vida de los demás han sido imprescindibles para dar respuesta a esas necesidades históricas de nuestra tierra y nuestras gentes. Y es que su carácter siempre ha sido un ejemplo que ni la muerte podrá borrar.
Al pasear por el Caminito del Rey, al escuchar un concierto en el Teatro de la Costa del Sol, visitar una exposición en el Museo de Arte Provincial o una obra en cualquier pueblecito, muchos identificaremos su trabajo y forma de entender la vida y sabremos que él sonríe, una vez más, desde su nueva morada.
Una sonrisa que hacía fácil lo difícil, y abría todas las puertas. Hace pocas semanas, inspeccionando una obra, vio clara la oportunidad de construir un precioso mirador en una carretera, no dudó en presentarse en casa del dueño del terreno y, con su amabilidad, convencerle de que cediera gratuitamente esas tierras que pronto serán una atalaya que una cielo y tierra.
Sólo un ejemplo de la importancia de aportar las virtudes personales en una realidad atropellada, de inmediateces y urgencias, y en la que él como nadie ha sido capaz siempre de detenerse a pensar cómo mejorar las cosas, afrontar con éxito las improvisaciones, ceder los protagonismos y elegir con acierto los caminos.
En muchas cosas, ha sido un maestro. Atrás deja alumnos convencidos en su fórmula, tan simple y tan compleja: disfrutar de la vida en toda su dimensión.
Ignacio ha disfrutado de la vida con su familia, entregado a su mujer de toda la vida, orgulloso de su hijo mayor, y atento siempre a los pequeños; del ocio con sus amigos, con el deporte y el kitesurf; de sus compañeros, con su afecto y apoyo; y del trabajo, con su compromiso y logros. Ignacio se ha ido, y lo ha hecho pronto, muy pronto, de un modo brutal e injusto, y ni su impresionante huella como amigo y como político logran aliviar el dolor y la pena.
Descanse en paz.