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El fácil recurso de la demagogia

Málaga, 31 de julio de 2012


El fácil recurso
de la demagogia


Uno de los ejercicios más demigrantes de la prática política es la utilización, por norma de la demagogia, que en exacta definición del diccionario de la Real Academia de Española es «ganarse con halagos el favor popular, degenerando el concepto honesto de la verdad de sus términos», que es igual que dorar la píldora transgrediendo la verdad de las cosas.En definitiva, dando visos de expresión colorista a panoramas y situaciones seriamente drásticas.

La demagogia es por antonomasia el malévolo arte de tergiversar las cosas de su real y exacto sentido, en falsas expectativas aducibles sin un soporte real y objetivo de su mensaje. Es por ello fácil deducir, (ahora que estamos inmersos en los prolegómenos de una inminente campaña electoral) la generalizada incredulidad existente en nuestro país sobre los mensajes que dan nuestros políticos a una ciudadanía, empeñados obsesivamente en captar votos a toda costa sin hacer honor a la verdad y pragmatismo de que adolece.

Así, por lógica derivación, el pueblo español ha desarrollado una creciente desconfianza en los políticos que deliberadamente en estos últimos años les han engañado, creándoles óptimas esperanzas que luego no se han cumplido. Sabemos, cómo el ejercicio de la política debe ser ante todo un honesto servicio a las demandas del ciudadano, no sirviéndose del voto que le otorgan los electores, sino sirviendo abnegadamente al pueblo, éste es el grave mal concatenado a muchos miembros del entramado político de nuestro país, lo que hace que crezca y aumente el malestar por la ausencia total de ética en la exposición de sus ambiguos enunciados.

Por supuesto, se advierte notablemente en la ciudadanía el trauma de la abúlica decepción de la palabra vana y sin contenido de ciertos políticos sin escrúpulos que transgreden las normas morales de unas pautas serias de gobierno, estableciéndose un puente dicotómico entre la falsa demagogia y la realidad de las cosas. Están en un error los políticos si creen que el pueblo no sabe discernir entre lo uno y lo otro. Las falsas promesas son de antemano conocidas y por mucho que se empeñen no son prestos a comulgar con ruedas de molino. Cuando uno vote debe percatarse si el mensaje es sincero y solidario en su contenido. Existe un proverbio latino que pone con términos convencionales las cosas en su sitio. «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Por ello, el politico esta obligado a dar sus mensajes claros basados en la práctica y la viabilidad de sus promesas, lo contrario será engañar al paciente pueblo español cuya inteligencia ha crecido en sabiduría y, pienso, sabrá dar su merecido a quienes quebrantan las normas exigibles para lograr el ejercicio justo de una labor de gobierno.

Olvídense, señores,. de practicar el abominable decir de la demagogia y entréguense apasionadamente a rendir culto a la verdad y al noble precedente de la justicia. Seremos por supuesto más felices, lo que nos hará más libres.