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Viernes, 27 de Junio 2025, 13:48h
Tiempo de lectura: 5 min
Sexy, no. ¡Casi erótico! La expe-riencia de cocinar y de comer puede ser un placer para los sentidos», exclama Juan Mediavilla, consultor gastronómico y asesor de restauración con más de cuarenta años de experiencia en el sector. Para él, la comida es un acto de compartir, una excusa para reír, reencontrarse y cuidar al otro. Y para las personas mayores ese placer no solo no hay que darlo por perdido: puede ser más profundo, más evocador, incluso más emocionante.
«La cocina para mayores no tiene por qué ser insípida ni aburrida, ni mucho menos un trámite para mantenernos en pie», asegura Mediavilla, que dirigió durante 18 años Gourmet Paradís Catering y ha colaborado con chefs de prestigio como Ferran Adrià, Arzak o Carme Ruscalleda. Durante algún tiempo fue socio de una asociación llamada El Carajillo Cultural. «Nos reuníamos en un bar cerca de la Ciudadela, en Barcelona», recuerda. Y habla con placer de aquellos almuerzos largos de media mañana, donde se servía tortilla de patata, huevos con chorizo, bacalao y, por supuesto, pa amb tomàquet. «Era pura vida. Comer como acto compartido, de celebración».
Pero ¿cómo se traduce ese espíritu en la cocina de hoy, cuando tantos mayores viven solos, cuando el apetito merma, cuando masticar se complica y tragar se vuelve un esfuerzo? Ahí aparece la figura del cocinero como terapeuta. Como alguien que puede, desde lo sensorial, reactivar memorias y emocionar. Toni Perelló, chef mallorquín que dejó los hoteles de lujo para dirigir la cocina de una residencia de mayores en Palma, lo tiene claro: «Un buen estofado, un pastel de verduras, una quiche bien presentada… pueden hacer llorar a alguien de emoción. Porque les recuerdan a su casa, a sus hijos, a los domingos».
Hace algo más de un año, Toni dejó la alta cocina donde había desarrollado su carrera –en locales con estrella Michelin– y se pasó a los fogones de la residencia Fontsana Son Armadans de Palma de Mallorca. Allí sirve hasta 200 menús al día. Apuesta por una cocina de guiso, suave en texturas pero rica en sabor y color. «Nada de verduras al dente. Aquí hay que cuidar la masticación. Pero eso no implica resignarse. Hacemos gazpachos, pollo al curry, pescado a la mallorquina… Cocina de verdad. Con historia. Que nutre, sí, pero también seduce».
Para Abraham García, el mítico chef de Viridiana –que cerró en 2023 tras más de cuatro décadas en activo–, cocinar sigue siendo una necesidad vital. «Me mantiene vivo», dice. Y, aunque ha dejado atrás los grandes servicios, sigue recorriendo mercados y reinventando platos de siempre. Como su gazpacho de fresones, que es un homenaje al color, al aroma y a los sabores atrevidos.
No es solo cuestión de nostalgia. Se trata de redignificar la mesa y el acto de comer. Cocinar después de los 65 no es solo una cuestión de nutrientes. Es, como dicen todos ellos, una manera de afirmarse y de cuidar y cuidarse al mismo tiempo.
Y es ahí donde la Fundación Alícia, un centro de investigación alimentaria, pone el acento: adaptar texturas, presentar los platos de forma apetecible, combinar tradición con innovación, recuperar sabores conocidos para estimular el apetito. Texturizar no significa triturar hasta la indiferencia. Significa transformar una crema de lentejas en un plato con toppings crujientes o servir un puré por capas, con colores que digan algo. Significa cocinar para seducir.
Hacer que la comida sea sexy en casa empieza por devolverle al gesto de cocinar su lugar de placer, no de obligación. «Lo saludable y lo sabroso no son incompatibles en absoluto», dice Abraham García, que defiende una cocina de temporada, aromática y colorista. La clave está en los pequeños gestos: hervir un par de huesos de jamón para enriquecer un pisto, añadir vainilla a un escabeche, preparar un postre con brevas frías sobre mascarpone y praliné: son algunas pistas que Abraham García lanza al aire. Las técnicas no son complejas: cocción lenta, horno suave, vapor con especias, triturados con toppings crujientes. Lo importante es cuidar la presentación, estimular los sentidos, mantener viva la curiosidad. «Una ensalada de lentejas con cebolla, sésamo, vinagre bueno y huevo cocido. Solo requiere curiosidad», propone Mediavilla. En casa, un plato puede ser sexy si apela al recuerdo, si entra por los ojos, si despierta la conversación.
«Lo que hay que hacer es cocinar. Eludir los procesados. Dedicarle tiempo. Y ya está», sentencia Abraham. Y en ese tiempo está también el deseo. Porque la cocina sexy para mayores no es una provocación estética. Es una reivindicación del placer. Un plato con historia, bien hecho, bien servido puede ser tan excitante como un buen poema. Y tan terapéutico como un abrazo.
Cocinar bien no es cuestión de edad. Y si no que se lo digan a Abraham García (en la foto). A sus 75 años —pantagruélico confeso— sigue recorriendo mercados 'con avaricia' y sirvien- do gazpachos con fresones o pistos que se cuecen durante horas. Aquí nos deja cinco claves para hacer de la cocina cotidiana una aventura para los sentidos.
El gazpacho de fresones de Abraham no es solo una receta, es una declaración de intenciones: atrevida, colorista, aromática. Eso sí: sin pepino ni cebolla. La mezcla de lo dulce y lo salado, que él vincula a sus raíces y a la precariedad de otra época, permite sorprender sin complicar. «El gazpacho es un campo infinito», dice. Esa libertad creativa, sin miedo al error, es pura exploración culinaria.
«El pisto de mi madre no estaba menos de seis horas al fuego», recuerda. Las verduras se caramelizaban, adquirían textura de mermelada. Cocinar así, sin prisas, es un acto casi amoroso. El resultado: platos suaves, intensos, cargados de emoción. Y eso, para muchos mayores, es más importante que cualquier técnica moderna.
Escabeches con vainilla y melocoto-nes, postres de fruta fresca con jarabe y praliné, batatas como guarnición «con vinagre dulce natural». Abraham no renuncia al sabor ni a la sorpresa. Platos reconocibles, pero con elementos que sorprendan.
«No hay nada más grato que ir al mercado», dice. Recorrer los puestos, ver qué ofrece la temporada, encontrarse con amigos. Cocinar empieza ahí, con deseo, con curiosidad, con ganas de regalar algo bueno a los tuyos. Esa energía es la que convierte cualquier receta en algo especial.
Abraham García no se anda con rodeos: en casa no pueden faltar aceite de oliva virgen, pimentón bien elegido, vinagre de jerez, «una llamarada de azafrán», harina de garbanzo para rebozar y un arsenal de especias. No habla de 'superalimentos'; habla de ingredientes que dan sabor, que transforman un plato sencillo en algo memorable. Una despensa bien armada es como un fondo de armario sencillo, versátil y con mucho estilo.