Viernes, 20 de Junio 2025, 10:57h
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Uno de los signos de nuestro tiempo es que la palabra 'perdón' ha caído en desuso, hasta el extremo de que lo último que podemos esperar de quien nos ofende o nos daña o de cualquier modo nos causa un perjuicio es que se avenga a pronunciarla. La reivindica un lector que, además, argumenta con un buen ejemplo sobre la utilidad que pese a lo poco que se recurre a ella sigue conservando. Nadie está exento de equivocarse, de calcular mal, de tomar por interés propio decisiones que lesionan el interés ajeno. A partir de ahí, ser capaz de pedir perdón ayuda tanto a mitigar los destrozos como negarse a hacerlo agrava la herida. Tomen nota quienes meten la pata o faltan a lo debido, y mediten si de veras les conviene no saber disculparse.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Pedir perdón, pero sin 'pero'
Salgo de entrenar y, distraído, me meto en el coche. Pum. Le doy al de atrás intentando salir. El conductor estaba dentro. «Si es que no estás en lo que tienes que estar» pienso; el señor, no sé, se acordaría de algún difunto familiar mío. «Caballero, lo siento mucho, no tengo excusa», le dije una vez fuera del vehículo. El damnificado estaba un tanto airado, no es para menos; pero vio que yo estaba en calma y no estaba en disposición de discutirle nada. Esto allanó el terreno. No se podía hacer más que buscar soluciones: revisar desperfectos y rellenar el dichoso parte. Me acordé, ya en casa, de aquello de Juan Belmonte: para torear hay que saber parar, templar y mandar; él se refería al toro, pero ¿qué es la vida si no un constante toreo de problemas? Tras varias disculpas logré calmar los ánimos. Hasta saqué un trapo para limpiar mi coche y el de él por ver si se apreciaba algún rasguño tras la suciedad (habitual) de los coches. No había nada, ni siquiera hicimos el parte. Le dejé mi contacto por si en su casa veía algo. Al final el señor se tranquilizó, lo entendió y me fui tan pancho. Con esto uno se da cuenta de lo fácil que es disculparse y qué extraño le resulta a la gente escucharlo: una disculpa sincera o una excusa honesta. Si hay una palabra dañina en el diccionario es ese 'pero'. Creo que nunca ha de utilizarse si de verdad uno se quiere disculpar. Pedir perdón, pero sin 'pero'.
Miguel Guerrero Zarco. Sevilla
Un respeto al fontanero
Los fontaneros están de uñas, se quejan, y no me extraña. Tienen razón. Últimamente su profesión se está viendo vilipendiada por el uso de una acepción que ni está recogida por la RAE, que ya es decir, porque la RAE acepta cada cosa que ya, ya… Pero no. Según la RAE un fontanero/a es «la persona que tiene por oficio instalar y reparar condiciones de agua». Así, sin más. ¿Qué tiene eso que ver con los «gestores de las cloacas» de partidos políticos y gobiernos? Nada en absoluto. Rogaría a los medios de comunicación, que son los que se encargan de introducir subrepticiamente en la sociedad estas extrañas acepciones de las palabras, que usen el idioma con más propiedad, que afinen un poquito, que sean valientes a la hora de llamar a las cosas por su nombre y que tiren de diccionario si hace falta. Por suerte, tenemos un idioma lo suficientemente rico y extenso que nos da para elegir lo que buscamos entre varias opciones. En este caso, el de los 'gestores de cloacas', propongo que se utilice un clásico. 'Marrullero': «Que busca su propio beneficio, o el de su representado, a través del disimulo, el engaño, la trampa o la persuasión». Y tienen un montón de sinónimos para elegir: Tramposo, artero, astuto, ladino, taimado, espabilado, mañoso, ventajista, pícaro, zorro, pillo, perillán, y todos sus correspondientes femeninos y 'neutres', por supuesto, no vayamos a caer en problemas de diversidad de género.
Leonardo Martínez Expósito. Zaragoza
Unión y división
¿Qué es la vida? Cada uno de nosotros puede tener criterios distintos sobre el significado de nuestra existencia. Sin embargo, hay una constante que nos une a todos: las adaptaciones que debemos afrontar a lo largo del camino. Desde el nacimiento de nuestros hijos hasta la pérdida de seres queridos, atravesamos momentos inevitables que nos transforman. También en el ámbito laboral y sentimental enfrentamos cambios que nos obligan a reajustarnos en distintas etapas de la vida. ¿Y en la vida pública? Lo vemos cada día: la creciente crispación en la clase política, el deterioro del debate, la desunión frente a los verdaderos problemas de la ciudadanía. Vivimos una etapa de enfrentamientos, donde el interés común parece haberse desdibujado. En El Romance de los Tres Reinos, obra clásica china del siglo XIV, se expresa una idea que sigue vigente: “Lo que está unido, con el tiempo tiende a dividirse; y lo que está dividido, con el tiempo tiende a unirse.” Hoy nos toca vivir en la división. La pregunta es: ¿cuándo llegará el momento de la unión, para que podamos volver a avanzar?
Pedro Marín Usón. Zaragoza
Justicia e injusticia
Tras cinco años en la empresa privada, con 18 años y en 1964 ingresé en la Administración de Justicia como funcionario judicial, primero como meritorio sin sueldo, luego interino, hasta aprobar las correspondientes oposiciones, ejerciendo mi cargo en distintas categorías y destinos, hasta mi jubilación en 2007, o sea con suficiente experiencia y conocimientos para exponer opiniones al respecto. Todos, mayormente, con nuestras posibilidades ejercíamos nuestras funciones en servicio del ciudadano con la justicia para que esta funcionara, también podríamos hablar de la injusticia que la había y la hay, la perfección total no existe, pese a la escasez de medios y falta de personal, que era una realidad a través de los años. Hoy me duele ver la tirantez, provocaciones, incluso insultos por parte del gobierno actual y determinados políticos hacia el sistema judicial y sus compontes, si bien es cierto que a ningún gobierno le ha interesado que la Justicia funcione bien para evitar en lo posible ser investigados por sus acciones punibles y a los hechos me remito. También he observado en estos tiempos cierto conformismo y relajación en los miembros de la judicatura cuando la Justicia debe ser totalmente independiente del poder político, cada uno en su lugar, en cualquier democracia y sin interferencias que dañen su credibilidad ante la ciudadanía.
Ángel Santamaría Castro. Bilbao
LA CARTA DE LA SEMANA
¿De verdad no podemos hacer nada?
Recuerdo haber visto un libro de fotos sobre los campos de concentración nazis sobrecogida por el horror. Era una cría y no podía comprender cómo pudo ocurrir, cómo se pudo permitir. Recuerdo sobre todo el estupor al saber que el ser humano era capaz de hacer algo tan cruel a otro ser humano. No conozco otro ser vivo que cometa actos tan deleznables contra sus congéneres. Cincuenta años después escucho debates sobre la franja de Gaza en los que se cuelan palabras como 'antisemitismo' adjudicadas a quienes protestamos contra esta barbarie que me hiela y hierve la sangre a la vez. No, este rechazo no tiene que ver con la política, la religión ni las ideas, sino con la humanidad, que, como hermandad universal, creó la ONU para evitar que se repitiesen holocaustos y otros crímenes contra la humanidad. Ahora no podemos decir (como en 1945) que no sabemos qué está ocurriendo. Lo emiten casi en directo. ¿De verdad no podemos hacer nada para parar este genocidio?
Laura Izquierdo Pozas. Santander
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