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«Vivo con el corazón de un muerto por sobredosis de heroína»

Robert Montgomery

El cirujano que revoluciona los trasplantes

«Vivo con el corazón de un muerto por sobredosis de heroína»

Es uno de los mayores expertos en trasplantes del mundo. Pionero y revolucionario en su campo, el doctor Montgomery está convencido de que se puede ampliar el espectro de los donantes con órganos —de humanos y de animales— que hasta ahora se descartaban y que salvarían miles de vidas. Predica con el ejemplo: él mismo lleva un corazón 'imposible'. 

Viernes, 11 de Julio 2025, 08:43h

Tiempo de lectura: 11 min

El doctor Robert Montgomery es un revolucionario del trasplante de órganos. Actual director del Instituto de Trasplantes Langone Health, de la Universidad de Nueva York, ha logrado con sus innovadoras intervenciones que muchas más personas puedan tener acceso a órganos trasplantados. Fue pionero en la inserción laparoscópica de riñón, con incisiones más pequeñas que hacen la donación más segura y menos dolorosa. También ha ampliado la cantidad de órganos elegibles para el trasplante, al defender el uso de órganos infectados con hepatitis C y para los que luego ha desarrollado un tratamiento que les permite superar la enfermedad. Fue el primero en realizar con éxito el primer trasplante de riñón de cerdo a humano modificado genéticamente.

Y, por si fuese poco, desde que empezó la guerra en Ucrania ha viajado al país varias veces para realizar trasplantes a víctimas del conflicto. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski le otorgó la Medalla de la Orden del Mérito, y la revista Time lo ha elegido este año entre las cien personalidades que más están revolucionando la medicina.

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En primera línea. Robert Montgomery, de 65 años, examinando un riñón de cerdo antes de ser trasplantado en un paciente en el centro Langone de la Universidad de Nueva York donde Montgomery opera.

Pero lo más excepcional es que él mismo vive con un corazón trasplantado... y no uno cualquiera, sino el corazón de un donante drogadicto con hepatitis C. Un desafío a la ciencia que él mismo resolvió.

XLSemanal. Leí que murió usted en 2018. ¿Cómo puede ser?

Robert Montgomery. Así es, he sufrido siete muertes súbitas cardiacas en diez años. Siempre me resucitaron. La última vez, en Italia en 2018. Estábamos en un congreso médico en Matera cuando entré en la llamada 'tormenta de taquicardia ventricular'.

«La primera paciente trasplantada con un riñón de un cerdo vivió con él 130 días casi perfectos. Luego tuvimos que extirparlo. Ha vuelto a diálisis. Aun así, es un éxito: aprendimos mucho»

XL. ¿Qué es eso?

R.M. En pocas palabras, el corazón late demasiado rápido, se desincroniza y se para. En mi caso, ese día se repitió una y otra vez. La primera vez, el desfibrilador (un dispositivo implantado en el pecho que activa descargas eléctricas si el corazón se para) tardó 60 segundos en reanimarme. Solo recuperé el conocimiento en la sala de urgencias de un hospital, con un sacerdote a mi lado que me dio la extremaunción.

XL. No es lo que quieres ver...

R.M. Yo también pensé que era un poco exagerado. Los médicos lograron estabilizarme. Pero ya estaba lo suficientemente enfermo como para que me pusieran en la lista para un trasplante de corazón.

Hitos de los trasplantes

«¡Es rosa!», esa es la ‘consigna’ en un quirófano que indica que un xenotrasplante de riñón va bien. Si el órgano de cerdo se coloca en el paciente y se vuelve rosa, es señal de que funciona. Si se ennegrece, no hay nada que hacer. La cirugía es similar a la de un trasplante de riñón humano, pero el riesgo es mayor.

Los dos primeros receptores de riñones de cerdo editados genéticamente fueron Lisa Pisano, de 54 años, y Rick Slayman, de 64, el año pasado. Fallecieron poco después. Antes se habían hecho ensayos en pacientes en muerte cerebral cuyas familias habían donado su cuerpo para la investigación. Y antes de eso se había intentado el xenotrasplante de corazón.

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XL. ¿Qué se siente cuando el corazón recibe una descarga?

R.M. Como si te golpearan en el pecho con un bate de béisbol.

XL. ¿Por qué lleva un dispositivo así?

R.M. Tengo un tipo hereditario de miocardiopatía dilatada. El corazón se vuelve cada vez más débil, lo que provoca arritmias mortales. Llega un momento en que ni siquiera el desfibrilador es capaz de mantener el corazón latiendo.

XL. Su padre murió así en la década de los setenta.

R.M. Tuvo una parada cardiaca y estuvo en coma tres meses antes de morir de neumonía. Yo entonces tenía 14 años. Sus médicos le habían dicho que era demasiado viejo para un trasplante: tenía 50. Su corazón se debilitaba cada vez más. Lo vi morir lentamente. Empecé a trabajar como médico a los 27 años. Un año después, mi hermano se desplomó muerto mientras hacía esquí acuático a los 35 años.

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Uno de los desafíos éticos de los xenotrasplantes es cómo se trata a los animales de los que se extraen los órganos (como los de la foto, en una granja en Alemania). Ayuda el que se usen cerdos, que ya se comen, y no primates, como se hizo al principio.

XL. ¿De qué murió?

R.M. Hice examinar su tejido cardiaco y el de mi padre. Tenían la misma enfermedad y estaba claro que era genética.

XL. ¿Cómo descubrió que padecía la enfermedad?

R.M. Me subí a una cinta y empecé a correr. Mis latidos se volvieron salvajes e irregulares. Cuando corrí a toda velocidad, tuve una arritmia cardiaca grave. Yo también la tenía. Por supuesto, las pruebas y los exámenes lo confirmaron. Mis médicos me aconsejaron que me pusieran un desfibrilador.

XL. Eso lo salvó en Italia. 

R.M. Sí, y me volví a Estados Unidos la mañana siguiente. Sabía que no me quedaba mucho tiempo sin un trasplante. Un amigo médico en Italia me acompañó en el vuelo de vuelta, con la medicación en jeringuillas ya preparadas y la preocupación de que mi corazón se parara en medio del Atlántico. Todo salió bien y tres semanas después tenía un corazón nuevo.

«Que más personas acepten donar sus órganos al morir no resolverá la escasez. Necesitamos otra fuente: los animales modificados genéticamente»

XL. ¿Fue todo tan fácil como parece ahora?

R.M. Soy un tipo grande, así que necesitaba un corazón grande, además tengo un grupo sanguíneo poco común; mis posibilidades eran realmente escasas. Si quería sobrevivir, tenía que tomar un camino diferente.

XL. ¿Qué lo salvó?

R.M. El corazón de un hombre que murió de una sobredosis de heroína con la aguja todavía en el brazo. Estaba infectado de hepatitis C.

XL. ¿Cómo es posible trasplantar el órgano de un hombre enfermo?

R.M. Normalmente, estos órganos se desechan. El año pasado solo se realizaron unos 4500 trasplantes en Estados Unidos. Muchos receptores potenciales mueren en el proceso; es una tragedia. Al mismo tiempo, estamos viviendo una epidemia de drogas y casi 90.000 personas han muerto en un año por sobredosis, muchas de ellas infectadas de hepatitis C. ¿Por qué no utilizar sus órganos? 

XL. Por ejemplo, porque una infección vírica es peligrosa si se toman inmunodepresores después de un trasplante.

R.M. Yo ya había investigado si era posible curar la hepatitis tras un trasplante utilizando antivirales y funcionó muy bien. Me beneficié de mi propio trabajo. Cuando di positivo para la hepatitis C después de la operación, tuve que tomar medicación antivírica durante dos meses, pero luego el virus desapareció completamente de mi cuerpo.

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Los primeros trasplantes de animal a humano se hicieron con chimpancés en la década de 1960. El más famoso fue el de Baby Fae en 1984, un bebé que que nació con el mortal síndrome del corazón hipoplásico y vivió 21 días con el corazón de un babuino. No funcionaron porque se sabía poco sobre cómo el sistema inmunológico humano reconoce esos órganos animales como extraños y los ataca. Ahora se modifica genéticamente a los cerdos para que nazcan sin algunas de las moléculas que activan el sistema inmunológico y se añaden genes humanos para hacerlos más compatibles. 

XL. ¿Se dio cuenta de que el donante era drogadicto?

R.M. Al principio, mi nuevo corazón parecía un caballo salvaje. Como si estuviera de fiesta porque había disfrutado mucho con las drogas y no quería renunciar a su antigua identidad. Tuve la sensación de que tenía que domarlo. Me llevó algún tiempo, pero funcionó. 

XL. Muchas personas mueren mientras esperan órganos. ¿Puede resolverse el problema convenciendo a más gente para que se haga donante de órganos?

R.M. No, la forma normal –que una persona acepte donar sus órganos después de morir– nunca resolverá la escasez. Solo alrededor del uno por ciento de las personas que fallecen hoy en día son aptas para ser donantes. Los órganos suelen estar dañados por enfermedades o lesiones previas. Necesitamos otra fuente de órganos.

XL. ¿Pueden ser los cerdos la solución? Usted fue la primera persona en trasplantar un riñón de cerdo a un humano.

R.M. Soy optimista. Durante mucho tiempo, solo realizábamos este tipo de operaciones en personas con muerte cerebral. Ahora tenemos los primeros pacientes vivos. Mi paciente Towana Looney recibió un riñón de un cerdo y estuvo con él 130 días casi perfectos. Hace unas semanas sufrió un rechazo y tuvimos que extirparle el riñón. Ha tenido que volver a diálisis. Aun así, fue un gran éxito. Hemos aprendido mucho en este tiempo. Este tipo de trasplante será habitual dentro de unos años.

«Mis hijos tienen la misma enfermedad que yo. Mi trabajo es también mi forma de salvarlos. No quiero que se mueran por tener que esperar un corazón»

XL. ¿No es demasiado optimista? Hace poco, unos colegas suyos de Maryland trasplantaron el corazón de un cerdo. El paciente murió poco después de la operación.

R.M. No, no lo creo. Con el corazón, el resultado es siempre dramático. Si hay problemas, el paciente muere. En el caso de Maryland, probablemente había un virus oculto en el tejido. El receptor tuvo fiebre y murió. Aún hay que investigar los detalles.

XL. ¿Qué clase de pacientes consienten una operación tan experimental?

R.M. Saben que se están muriendo. Esperan prolongar su vida un poco.

XL. También hay dudas sobre este tipo de trasplante por el riesgo de transmitir virus animales a los humanos, que podrían iniciar una pandemia. 

R.M. No creo que exista un peligro real. Desde un punto de vista evolutivo, los cerdos están suficientemente alejados de nosotros. Muchos de sus patógenos no pueden infectarnos. Yo estaría más preocupado por los primates. Es probable que el VIH haya saltado de ellos a los humanos. Pero llevamos miles de años conviviendo con cerdos. Los cerdos para los trasplantes no se cogen del establo. Se crían especialmente.

XL. ¿Cómo?

R.M. Viven en establos protegidos y aislados y se manipulan genéticamente. Se los trata de forma que se reduzca la reacción de rechazo. También desactivamos un factor de crecimiento porque estamos hablando de cerdos que pesan unos 300 kilos cuando están completamente desarrollados. Si no lo hiciésemos, su corazón seguiría creciendo en el cuerpo humano. 

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XL. Se lo considera un pionero en la medicina de trasplantes. Sus colegas dicen que no se atiene a las normas y que por eso tiene tanto éxito.

R.M. Sí, algo de eso hay. Si no, mi carrera habría terminado cuando me pusieron el desfibrilador a los 27 años.

XL. ¿Por qué?

R.M. Fui el primer cirujano del mundo en tener un dispositivo de este tipo en mi cuerpo. Era un prototipo. Me abrieron el pecho, insertaron los cables y me colocaron el desfibrilador en el corazón. Nadie sabía cómo interactuaría todo eso con el equipo del quirófano. Si habría algún mal funcionamiento.

XL. ¿Tenía miedo de que le dieran una descarga mientras operaba?

R.M. Habría sido un desastre y el fin de mi carrera. Cuando era un joven médico en Inglaterra, presencié un accidente de coche. Un bebé estaba inconsciente y atrapado en el coche con su asiento. Yo quería liberarlo. Estaba lleno de adrenalina y mi desfibrilador se disparó varias veces seguidas. La fuerza me lanzó de espaldas a la carretera. No pude hacer nada. Entonces me di cuenta de que esto no debía volver a ocurrirme. No podía reaccionar así ante el estrés.

XL. Se puede intentar, pero ¿funciona?

R.M. Tuve que prohibir a mi cuerpo y a mi mente que reaccionaran emocionalmente, con independencia del caos en el quirófano. Fue un trabajo duro. Es fascinante lo que puedes conseguir cuando te lo propones. Por desgracia, no siempre funcionó tan bien en la vida cotidiana. Si los contactos del desfibrilador estaban gastados, levantar a mis hijos desencadenaba una descarga eléctrica. Era todo muy difícil.

XL. ¿Cómo vivieron sus hijos la enfermedad?

R.M. Fue terrible. Una vez, cuando me desmayé durante una función en un teatro en Broadway, tuvieron que mirar impotentes. Las descargas del desfibrilador ya no bastaban para que mi corazón volviera a funcionar. Una enfermera que se encontraba entre el público me practicó la reanimación cardiopulmonar. Me rompió algunas costillas. No sé cuántos minutos estuve sin pulso, pero en algún momento volví, afortunadamente sin daños cerebrales. He estado muerto siete veces en mi vida.

XL. Su historia suena increíble. Nunca se rindió. ¿Qué le motiva?

R.M. Quiero ser un modelo para mi familia. Mi hermano también tiene un trasplante de corazón. Mi hijo mayor y mi hija tienen la enfermedad, al igual que las dos hijas de mi difunto hermano. Ya tienen desfibriladores.

XL. ¿Cuál es su pronóstico?

R.M. No hay tratamiento para esta enfermedad. Todos necesitarán un corazón nuevo. Se conoce el gen que la desencadena, pero hoy no se puede hacer nada para detener la progresión. Mi trabajo con los xenotrasplantes es también mi forma de salvar a mis hijos. No quiero que mueran por tener que esperar un corazón. 

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