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La película perdida de Núremberg: la odisea de los hermanos que rescataron las imágenes que condenaron a los nazis

Un antes y un después en la justicia

La película perdida de Núremberg: la odisea de los hermanos que rescataron las imágenes que condenaron a los nazis

Los hermanos Schulberg con Heinrich Hoffmann, el fotógrafo oficial de Hitler, que no tuvo reparo en entregarles sus miles de imágenes.

El juicio de Núremberg fue un hito histórico, entre otras razones, porque por primera vez se vieron en una pantalla las atrocidades nazis. Los encargados de encontrar el material gráfico incriminatorio y también de grabar aquel proceso fueron dos hermanos, los Schulberg, que cambiarían para siempre la forma en la que vemos el horror... y la justicia.

Viernes, 11 de Julio 2025, 08:40h

Tiempo de lectura: 10 min

Los nazis fueron sistemáticos en su odio, en la aniquilación de seres humanos y en el borrado de pruebas, pero nunca es fácil destruir los rastros de una infamia. Lo dice Hannah Arendt: «Ninguna obra humana es perfecta y en el mundo hay demasiada gente para que el olvido sea posible».

Demasiada gente… y demasiadas imágenes. En 1945 el cine había cumplido apenas 50 años, pero Goebbels –el jefe de Propaganda del Partido Nazi– había convertido las imágenes en el principal instrumento para seducir a las masas. 

El Tercer Reich puso en marcha una gigantesca industria cinematográfica, que buscaba emular a Hollywood. Entre 1933 y 1945 se rodaron más de mil películas en los estudios UFA de Berlín. 

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El horror de los horrores. Cuando a Stuart Schulberg le preguntaban «¿qué es lo más horrible que has visto?», respondía que los vídeos del gueto de Varsovia en 1942 y, en concreto, estas imágenes de las fosas donde los propios judíos eran obligados a tirar los cadáveres de sus vecinos consumidos por el hambre. «Y dentro de la fosa vemos a un cámara alemán filmando, como un trabajo cualquiera. Esa imagen me ha perseguido toda la vida».

Pero paralelamente a la industria del entretenimiento, donde los mensajes antisemitas y nacionalsocialistas se transmitían entre tramas amorosas o bélicas, las SS tenían su propio servicio cinematográfico para poder grabar informes de lo que ellos llamaban sus «campañas de purificación». 

Películas con todo tipo de crímenes, que cuando se proyectaban en las casas de jerarcas nazis, como Goebbels o Himmler, se consideraban una especie de diversión para después de la cena. Las llamaban 'los postres'.

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Ttrabajo contrarreloj. Stuart Schulberg, en primer plano, con Robert Webb, uno de los montadores de la Marina que integraban el equipo, en la sala de edición de Núremberg.

Aquellas atroces imágenes que les entretenían acabarían siendo decisivas para condenar a los 24 criminales de guerra acusados en el juicio de Núremberg. Sin embargo, localizar las películas no fue fácil y los elegidos para llevar a cabo esta labor detectivesca fueron los hermanos Schulberg. Dos jóvenes, Stuart, el menor y posteriormente productor de cine, y Budd, el mayor y guionista, que habían entrado a la División de Fotografía de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), una agencia del Ejército estadounidense que durante la guerra quedó bajo el mando de John Ford, quien para entonces ya era un reconocido director de cine. Los hermanos no eran ajenos a Hollywood: su padre era B. P. Schulberg, alto ejecutivo de la Paramount, y su madre, Adeline Jaffe, la fundadora de una prestigiosa agencia de actores.

¿De verdad conoce a John Ford?

Stuart llegó a Alemania en julio de 1945 con el mandato de recopilar la mayor cantidad posible de pruebas visuales de los crímenes nazis antes del inicio del juicio, y poco después lo siguió su hermano. Pero, en las cartas a su mujer, Stuart reconoce que está asustado y sobrepasado por la tarea que le han encomendado: «Nunca he tenido tanta responsabilidad –escribe–. Hay tanto que hacer, y gran parte es tan importante que me aterra». 

Los jerarcas nazis proyectaban películas de sus crímenes como diversión después de las cenas. Lo llamaban 'los postres'

En el verano de 1945, los hermanos Schulberg debían moverse muy rápido si querían llegar a los documentos originales, ya que los nazis estaban destruyendo todo lo que no había sido arrasado por los bombardeos. 

Gracias al soplo de un informante, Budd Schulberg logró descubrir la existencia de un escondrijo en el que los nazis habrían almacenado algunas de sus películas más comprometedoras. La guarida se encontraba en el fondo de una mina de sal, a 600 metros de profundidad, en Grass Leben (Magdeburgo). Pero, cuando llegaron, los hermanos se encontraron con kilómetros de películas ardiendo. «El espacio era el equivalente a varios campos de fútbol –recuerda Budd con frustración–. Todo convertido en humo, destruido». Si hubiesen llegado unas horas antes, lo habrían rescatado.

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La mejor acusación. El fiscal principal en Núremberg, el norteamericano Robert H. Jackson, insistió en que el juicio fuese filmado. Y tuvo claro que los crímenes del nazismo tenían que ser mostrados en imágenes. Jackson incorporó a la jurisprudencia mundial conceptos como 'crímenes contra la humanidad'.

Poco después se enteraron de la existencia de otro enclave importante en el antiguo estudio cinematográfico de la UFA en Babelsberg, un suburbio berlinés donde se habían rodado películas como El ángel azul. 

El problema es que esta vez el archivo se encontraba en el sector soviético y eso complicaba mucho las cosas, porque las relaciones entre soviéticos y estadounidenses ya eran muy tensas. 

Cuando Stuart acabó de editar la película sobre el juicio, el mundo había cambiado. La Guerra Fría hizo que el enemigo ya no fuesen los nazis, sino los soviéticos. la cinta nunca se estrenó en Estados Unidos

Contra todo pronóstico, el oficial del Ejército Rojo al mando accedió a encontrarse con los Schulberg. «Nunca lo olvidaré –cuenta Schulberg en el documental La película perdida de Núremberg, de Jean-Christophe Klotz–.  El comandante ruso se llamaba Georgy Alexandrovich Avenarius y me dijo: 'No lo entiendo. ¿Para qué vienen unos jóvenes oficiales a la zona de ocupación soviética?'. Y yo le contesté: 'Es una larga historia, comandante. Nosotros formamos parte del equipo de John Ford'. Y apenas dije eso me preguntó con asombro: '¿De verdad conoce a John Ford?'. Le dije que sí, que era nuestro jefe. Y entonces él, con cara de alucinado, nos contó que había escrito dos libros sobre John Ford... y ¡de repente era nuestro mejor amigo! Así que nos dijo: 'Venga, venid. Traed un camión y coged lo que queráis'».

Esos documentos gráficos serían decisivos pocas semanas después en el juicio de Núremberg, donde se proyectaron dos películas demoledoras. Entre los documentos estaba un discurso del ideólogo del régimen, Alfred Rosenberg, que será decisivo para su condena por el tribunal. Otras imágenes tendrán un valor inestimable para mostrar la política de terror ejercida por los nazis, demostrando así la acusación de conspiración y de premeditación contra los líderes juzgados en Núremberg.

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La prueba del delito. El proceso de Núremberg empezó el 20 de noviembre de 1945. Fueron 218 días de audiencias, 236 testigos, 400 periodistas, debates en cuatro idiomas y, en el banquillo, 21 altos cargos nazis (de 24 procesados). Pero la inesperada protagonista fue la pantalla en la que se proyectaron las películas de las atrocidades del régimen, montadas por los hermanos Schulberg. Por primera vez en un juicio, la pantalla ocupaba el centro de la sala, el lugar que normalmente ocupan los jueces, que fueron ubicados a la derecha, frente a los acusados.

La organización del juicio no fue fácil y requirió complicadas negociaciones entre los aliados. Stalin y Churchill simplemente querían ejecutar a los líderes nazis, pero el equipo estadounidense, liderado por Robert H. Jackson, quería utilizar el juicio para sentar las bases de una nueva era del derecho internacional. Jackson insistió en que el juicio fuera accesible a la prensa y al público, tanto para mostrar al mundo que los acusados habían recibido un trato justo como para que el público alemán e internacional conociera las atrocidades cometidas. 

El fiscal solicitó a los hermanos Schulberg la presentación de dos películas en el juicio. La primera, titulada Campos de concentración nazis, se emitió el 29 de noviembre de 1945, diez días después de su inicio. Presentaba una recopilación de una hora de duración de imágenes filmadas cuando los estadounidenses y los británicos liberaron los campos. Los acusados se enfrentaron directa y públicamente a imágenes de reclusos hambrientos, restos humanos carbonizados en crematorios, pilas de cuerpos empujados por excavadoras hacia las fosas. El efecto en la sala del tribunal fue impactante, incluso entre los acusados. Pero era el material grabado por los ganadores.

Los hermanos después de Núremberg

Las vidas de Budd y Stuart siguieron por derroteros impensables…

Budd Schulberg, el hermano mayor (a la derecha), podría haber pasado a la historia como guionista de La ley del silencio (1954), por el que ganó un Oscar —y Marlon Brando otro—, o por su labor en Núremberg, pero se hizo célebre porque, tras ser miembro del Partido Comunista, durante ‘la caza de brujas’ fue, junto con Elia Kazan, uno de los principales delatores... Leer más

La segunda película, El plan nazi, se estrenó el 11 de diciembre. Duró tres horas y catorce minutos, y son las imágenes grabadas durante años por los propios nazis, donde se muestra que tanto la guerra como las atrocidades cometidas por el Partido Nazi fueron premeditadas. Para reforzar la película, los Schulberg localizaron e interrogaron a Leni Riefenstahl y a Heinrich Hoffmann, la cinematógrafa y el fotógrafo oficial de Hitler. Ambos se mostraron más que dispuestos a delatar a sus colegas nazis.

Esa cinta constituye hasta hoy el mayor ejercicio de memoria histórica del nazismo. Una recopilación de imágenes con un nivel de deshumanización que la mayoría de los seres humanos no habían sido capaces de imaginar hasta ese momento.

'Una lección para el mundo de hoy'

A los hermanos Schulberg también les encargaron filmar el juicio, pero Budd quiso regresar a Estados Unidos y Stuart se ocupó de ello. El reto era enorme y las limitaciones, aún más. Los jueces exigieron que solo hubiese tres cámaras, muy discretamente ubicadas, y que solo se grabasen 35 días del año que duró el proceso. El trabajo de montaje fue colosal, para poder aprovechar los audios y encajarlos muchas veces en imágenes genéricas de la sala. Pero lo peor era que las autoridades americanas no se ponían de acuerdo sobre cuál era el objetivo de la película del juicio de Núremberg. Los mandos militares que estaban en Alemania argumentaban que debía dirigirse sobre todo a los alemanes para ayudar a la 'desnazificación' y mostrar que ellos eran justos en el castigo. En Washington creían que el mensaje debía ser para todo el mundo porque aquel era un proceso único. Stuart tuvo que escribir once versiones del guion.

Mientras tanto, los rusos ya habían editado su propia película del juicio. Habían logrado que el director Roman Karmen filmase en la sala incluso desde un ángulo privilegiado durante unos días. Y, ansiosos por controlar el relato de lo que allí ocurría y presentarse como los grandes vencedores de nazismo, estrenaron a principios de 1947 su filme: El juicio de los pueblos.

Schulberg tardaría un año más en terminar el suyo. Para entonces, el mundo había cambiado. En poco tiempo, la guerra fría hizo que los Estados Unidos no quisieran seguir persiguiendo con tanto fervor a los criminales nazis, a algunos de los cuales incluso usaban en su enfrentamiento con los soviéticos. Y también estaba en marcha el Plan Marshall, millonarias ayudas económicas a Europa, Alemania incluida, que los norteamericanos no verían tan bien si se mostraban aquellas atrocidades.

La película de Schulberg, de 80 minutos de duración, solo se estrenó en Stuttgart en noviembre de 1948. Nunca se llegó a ver en Estados Unidos.

No fue hasta 2002, al fallecer la esposa de Stuart (él murió en 1979), cuando sus hijos descubrieron en la casa familiar la película y todos los archivos que la hicieron posible. Su hija Sandra decidió restaurar las imágenes y exhibir la cinta donde fuese posible, convencida de su relevancia en la actualidad. Su padre tituló la película Núremberg, una lección para el mundo de hoy. Era 1948, pero como dijo el fiscal Jackson: «Es necesario entender que los acusados en Núremberg encarnan fuerzas siniestras que nos acompañarán durante mucho tiempo. Ellos simbolizan las fuerzas del odio, la violencia, la arrogancia y la crueldad del poder». El fiscal insistía en su trágica premonición: «Esas fuerzas seguirán presentes mucho después de que sus cuerpos se hayan convertido en polvo».

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