Borrar
«Las cosas importantes hay que discutirlas. Y, si se puede, a fondo y en el centro, que es donde los acuerdos pueden tener continuidad y mejora»

Amelia Valcárcel

Premio XLSemanal 2025 de Pensamiento

«Las cosas importantes hay que discutirlas. Y, si se puede, a fondo y en el centro, que es donde los acuerdos pueden tener continuidad y mejora»

Es una de las filósofas más lúcidas y combativas de nuestro país. Desde su juventud se rebeló contra la desigualdad y ha peleado por ella en todos los frentes. Y así sigue, con la palabra por bandera. Catedrática de Filosofía Moral y Política, miembro del Consejo de Estado, consejera de Educación y Cultura del Principado de Asturias... Son algunas de las ocupaciones que ha tenido esta mujer sabia que se declaró feminista cuando hacerlo era un desdoro, un estigma. Galardonada con el Premio XLSemanal de Pensamiento 2025, nos recibe en su casa y nos cuenta los sinsabores y las satisfacciones que le han proporcionado tantos años de lucha.

Viernes, 06 de Junio 2025, 12:01h

Tiempo de lectura: 11 min

Nos recibe en su piso de Oviedo, repleto de libros, objetos y muebles antiguos, un lugar que no quiere mostrar. «Es mi castillo», explica. En una salita, cerca de la ventana, está su sillón Voltaire, junto a su costurero: «Me relaja bordar», confiesa. Su marido, el filósofo Lluis Xabel Álvarez, nos acompaña. Pero, antes de comenzar a conversar, Amelia Valcárcel se disculpa porque no se encuentra bien y tiene fiebre. «Estar en esta situación lamentable me quita muchos recursos expresivos», dice. No es cierto. Está lúcida y batalladora. Como siempre.

XLSemanal. Nació en Madrid, ¿por qué estudió en Oviedo? 

Amelia Valcárcel. Mi origen es asturiano y el origen familiar importa mucho. Había pocas universidades entonces y Asturias tenía muchas ventajas, luego hice la especialidad en Valencia. Regresé después a Asturias porque a la sazón ya había echado yo mis miradas sobre mi marido.

alternative text
Feminista toda la vida. Amelia Valcárcel (Madrid, 1950) debutó como profesora universitaria a los 27 años. Y desde el principio de su carrera se ha proclamado feminista: «Mi feminismo deviene de mis convicciones sobre qué es la justicia», explica. 

XL. ¿Por qué quiso estudiar Filosofía?

A.V. Es el más ambicioso de los saberes. Promete muchísimo, aunque nunca da lo que promete. No hay nada que pueda resultar más interesante. Volvería a hacerlo a pesar de las múltiples veces que me he enfadado. 

«Amar la vida es principal, disfrutar de las cosas pequeñas y sencillas. De todas»

XL. ¿En su familia había filósofos?

A.V. Lo único de filosofía que había eran las obras completas de San Agustín. Debían de ser de un pariente lejanísimo. Ahora que tenemos Papa agustino, yo tengo una ventaja porque me sé a San Agustín... y de qué manera. Lo leí a los 9 años. Pero entonces yo no sabía que eso era filosofía. Creía que era religión y me parecía fascinante. También había en casa algún libro de Ortega. Lo leí a los 12 años. Cuando dice Ortega «vamos a distinguir una idea de una creencia», ese descoloque a los 12 años te deja fascinada. 

XL. ¿No leía tebeos?

A.V. Esos los cazaba yo poco: tenía que ahorrar. Leía lo que pillaba en casa.

XL. Nació ya con afán de curiosidad.  

A.V. Yo no creo en la vocación filosófica de alguien que en algún momento de su vida no haya puesto en duda absolutamente todo lo que sabe o cree que sabe. La seguridad en lo que existe es enemiga del sentido crítico. Siempre. Lo malo es que hay gente a la que le ha gustado tanto el sentido crítico que solo tiene eso y ha dejado la racionalidad en la despensa. 

alternative text
Ilustrada e ilustre. Ha sido vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado, jurado de los Premios Príncipe de Asturias, doctora honoris causa por universidades españolas y extranjeras...

XL. Cuando dijo en casa que iba a hacer Filosofía, ¿les pareció bien? No es una profesión de hacer mucho dinero. 

A.V. Ay, que lloro de risa. De dinero nada. Se les ocurrían varias carreras mejores para mí. Yo probablemente hubiera sido buena médica. O ingeniera de Caminos. Los puentes me siguen fascinando.

XL. Y encima se casa con otro filósofo. 

A.V. Sí, pero distinto, porque él [lo señala, está sentado a su lado] tiene suerte. Yo en filosofía me he dedicado sobre todo a la ética. Eso es una gaita, porque de lo que te tienes que enterar es de la página de sucesos para comprobar cuán bajo se puede caer y cómo somos. Mientras que él, como es filósofo del arte, tiene que mirar los catálogos de exposiciones. ¿Estás de acuerdo, marido? «No» [dice él]. [Ella se ríe]. Lo sospechaba. No hemos estado de acuerdo nunca en casi nada.

«Cuando la ciudadanía se desentiende de tener una opinión válida y contrastada, los peores entran en política. Y suben»

XL. A lo mejor es el secreto de que lleven tanto tiempo juntos. 

A.V. A lo mejor. Tenemos debates la mar de agudos. Las sobremesas y sobrecenas casi nunca han fallado.  

XL. Tienen una hija, también filósofa. 

A.V. Sí, es profesora en la Universidad de Davis (California).

XL. ¿Le costó compatibilizar la maternidad y el trabajo?  

A.V. Muchísimo, porque la carrera docente está muy llena de peligros dentro. De hecho, a mí me hubiera gustado tener más hijos, pero hubo un momento en el que tenías que optar. 

alternative text
Nunca se aburren. Amelia Valcárcel y el también filósofo Lluis Xabel Álvarez llevan casados 50 años. No están de acuerdo en muchas cosas, reconocen. «Tenemos debates la mar de agudos. Las sobremesas y sobrecenas casi nunca han fallado. No nos aburrimos», explica ella. Aquí, la pareja camino del parque Campo de San Francisco, en Oviedo.

XL. ¿Por las dificultades de la conciliación?

A.V. Por las dificultades académicas. No podías preparar tus asuntos, ir a tus congresos y hacer todo lo que fuera menester, que era una actividad incesante. No era sencillo. Si tienes que estar preocupándote de qué celada te están tendiendo, no tienes tiempo para casi nada más. Y la vida académica está llena de trampas y de zancadillas, con resultado de empujón al abismo. 

XL. Ha tenido una vida profesional de batallar.

A.V. Sin parar. A veces me pregunto por qué me ha tocado esto. Estaría felicísima sin pelearme. Pero no me he podido librar. Cuando tú ves cómo un delirio se acrecienta y parece triunfar, y ese delirio es contrario a todo aquel camino por el que debe discurrir el pensamiento para que acabemos viviendo mejor, y es un peligro para mucha gente, te acabas implicando.

XL. Usted fue feminista cuando estaba mal visto.

A.V. Mi catedrático, cuando me presentaba, decía: «Esta es una joven ayudante muy prometedora, muy valiosa. Pero es feminista». Era una cosa que cargabas, que te quitaba un poco de sensatez, digamos. O sea, pudiendo ser normal te ha dado por ser feminista. Pero los tiempos eran de eso.

«La inteligencia artificial no nos va a cambiar. Me recuerda a cuando decían que si nos subíamos en un tren a 60 km/h nos iban a sangrar los oídos. Son miedos anticipatorios, exageraciones»

XL. ¿De qué?  

A.V. Me ha tocado vivir una vida presidida por valores que las mujeres debíamos respetar y encarnar, abusivos hasta la vergüenza con nuestras libertades. 

XL. No se podía abrir una cuenta bancaria, el adulterio era un delito.

A.V. Cómo se iba a poder ni intentar siquiera comprender la situación humillada y vergonzante de las mujeres en nuestras sociedades sin que no hubiera una rebelión contra ello. Tenemos iguales o similares méritos, por lo que tendremos que alcanzar iguales o similares metas. La gente cree que el feminismo es de sentido común, pero solo es de sentido común cuando, en efecto, la mayor parte de la gente lo ha asumido. Toda la vida he alternado la publicación de un libro de filosofía y la de un libro de feminismo. Y me ha pasado que te invite la misma institución para dar una conferencia de filosofía y seis meses después para dar una conferencia de feminismo, y por la segunda te paguen la mitad. 

XL. Hemos avanzado mucho. 

A.V. Hemos cambiado, sí, pero como dice una amiga mía estamos mejor que nunca y un poco como siempre. Vivimos en la sociedad más libre y más igual que haya existido nunca, pero no es perfecta y es manifiestamente mejorable.

alternative text

XL. ¿Qué se puede hacer? 

A.V. Seguir pensando en sus vías de verosimilitud, seguir adelante, que no es fácil. En Irán van a ahorcar a tres mujeres cuyo delito es «enemistad para con Dios». Pues mire, juzgará usted a tres, pero que sepa que nos tiene a todos enfrente. 

XL. Le interesan las religiones. ¿Habrá una papisa? 

A.V. Las religiones no son fuerzas de cambio, nunca lo han sido. Son de conservar lo que hay con una inercia muy grande hacia su propio centro. El cristianismo, si no se hubiera visto obligado a medirse con toda la tradición ilustrada, no habría avanzado. De las tres religiones de libro, el cristianismo, obviamente, es la más viva. Me llevé y mal llevé con el que era imán de la mezquita de Tetuán de Madrid, Tatary, que era un señor estupendo que te contaba una versión del islam como para foráneos. Él decía: «Islam es paz», y yo añadía: «Y la obligación de la guerra sale en el Corán».

XL. Se ha metido en muchos 'fregados', ¿ha merecido la pena? 

A.V. No lo sé. Pero, al lado del fundamentalismo islámico –que no hay que olvidar que en nuestro país hemos sufrido el peor atentado cometido en Europa–, lo de la fantasmagoría queer no es tan relevante. 

XL. Se refiere a sus encontronazos respecto a la ley trans. 

A.V. Una cosa es que un ejecutivo necesite a un grupo político pequeño para poder cerrar sus pactos de gobierno, y otra cosa es que un pacto de gobierno se convierta en una verdad revelada. El derecho no es taumaturgia. Si alguien dice «a partir de ahora eres mujer porque lo dice este papel»... Hoy en día, todo el mundo admite las preferencias sexuales. El problema no está ahí. Las preferencias sexuales son privadas, como la religión, hay muchas cosas que son privadas. Ahora bien, estar haciendo posible intervenir cuerpos sanos de criaturas, tipo Mengele, para hacer una redistribución quirúrgica del sexo... Envenenar esos cuerpos con hormonas para siempre, eso es una atrocidad que formará parte de uno de los escándalos mayores del siglo XXI. 

«La gente cree que el feminismo es de sentido común, pero solo es de sentido común cuando la mayor parte de la gente ya lo ha asumido»

XL. Dice usted que los ciudadanos tenemos la obligación de involucrarnos por la democracia, por la justicia, por la igualdad. 

A.V. Sí, el problema es cuando la ciudadanía se desentiende de tener una opinión válida y contrastada. Si eso llega a ocurrir, entonces los peores entrarán en política. Y subirán. 

XL. Usted entró en política. ¿Cómo fue su experiencia? 

A.V. Uy, agotadora. Es que me lo tomaba muy en serio. Tengo buenísimos amigas y amigos en el PSOE. Pero las derivas que toma hacen que me lo tome con calma. Porque la mayor parte de las cosas que son importantes hay que discutirlas. Si se puede, bien y, si se puede, a fondo. Y, si se puede, en el centro, que es donde se llega a los acuerdos que son capaces de tener continuidad y de tener mejora. 

XL. ¿Le ha sorprendido que en Estados Unidos no haya habido una gran rebelión intelectual frente a Donald Trump?

A.V. Deduzco que debían de estar muy hartos del Partido Demócrata, debía de haber un verdadero hartazgo. Este hombre es una cosa tan exagerada, tan expresionista, tan fuera de lo esperable, que ya veremos en qué se traduce. No hace nada normal, lo tiene prohibido en sus estatutos. Y los otros: Putin, China… La situación geopolítica no está exenta de peligros, pero los ha habido peores, recordemos 1914 o 1939. Y leí en las memorias de Kennedy que, cuando la Unión Soviética envió armas a Cuba que apuntaban a Estados Unidos, decidió no iniciar una guerra porque había leído la obra de la historiadora Barbara Tuchman sobre cómo debe actuar alguien que realmente mande. Kennedy no solo tenía la manía de andar revolcándose por ahí un poco con Marilyn Monroe. Sabía escoger sus lecturas. Bien está.

XL. ¿Cómo lleva el paso del tiempo, los años? 

A.V. Fatal. La fecha fija, aunque no sepas cuál, dónde ni cómo, es una cosa absolutamente peculiar de la especie humana y cala en nosotros. Con la muerte convivimos, pero no la aceptaremos nunca. Y los signos de que se acerca, la vejez, el dolor, la enfermedad, tampoco los aceptamos. Si uno se ha asombrado ante lo que somos capaces de hacer y de pensar, el sentido de la caducidad es tremendo. Por eso hay que convivir con él. Y por eso inventamos las 101.000 ceremonias para poner en común el desasosiego y aplacarlo. 

XL. ¿Cómo nos cambiará la inteligencia artificial?

A.V. Nada. He escuchado a mis amigos catedráticos de Informática, he leído las cosas que me dicen que mire, incluso mi hija se dedica a esto, y la inteligencia artificial no es tan diferente de Google, ya el ordenador te permite poner en común bases de datos inacabables. 

XL. Dicen que es la gran transformación. 

A.V. Eso me recuerda a cuando decían que si nos subíamos en un tren que iba a 60 kilómetros por hora nos sangrarían los oídos. Son miedos anticipatorios, exageraciones. No es para tanto. La inteligencia artificial solo te permite hacer lo que tus sentidos puedan captar. Nada más. 

XL. ¿Cuáles han sido los logros de su vida?  

A.V. Una cosa son los logros profesionales, que en el caso de la filosofía consisten en acuñar conceptos que permitan pensar realidades que antes no estaban tan claramente expuestas. Por ahí alguna cosa hay: periodización afinada del feminismo dentro de la historia de las ideas políticas; separación clara entre moral heredada y ética, derecho al mal... Y logros de vida... bueno, este señor es un logro [y le da la mano a su marido].

XL. Llevan casados cincuenta años. 

A.V. Sí, es magnífico. Estabilizar una relación es muy complicado. Aristóteles era muy pesimista sobre la capacidad que tenemos de ser felices. Sin embargo, por corregir al maestro Aristóteles, que es mucha soberbia, de nuevo digo que es nuestra sociedad la que ha permitido al mayor número de gente antes nunca contemplada poder llevar o ser ayudada a llevar una vida buena. Esto es un logro evidente y es importantísimo.

XL. Es una fortuna haber encontrado un compañero de vida. 

A.V. No te digo ya cuando estás un poco jorobadillo. Últimamente tenemos muchísima ocasión para el apoyo mutuo porque, cuando él se pone fatal, me toca a mí; cuando yo me pongo fatal, le toca a él.  

XL. Ahora pasan mucho tiempo juntos.

A.V. Tendremos luces y sombras, pero ¿a que no te aburres? [le pregunta a él]. Pues eso ya es mucho. Anda que no hay parejas aburridas por ahí. No aburrirse es principal en la vida. También lo es amar la vida, amar las cosas sencillas, disfrutar de las cosas pequeñas. De todas.

XL. ¿Eso le sucede a usted? 

A.V. Sí y es magnífico. Mira, por ejemplo, nosotros vigilamos una celinda que hay cerca de casa. Es un arbusto que solo echa cuatro flores en mayo. Oye, pues no veas las visitas que le hacemos para ver qué tal va.

MÁS DE XLSEMANAL